Comprometerse con el camino de la salud empieza por unx mismx, tiene una dirección de dentro afuera y gusta del movimiento pendular que pasa infatigablemente, una y otra vez, por el centro.
Comprometerse con la propia salud es la mejor contribución que podemos hacer a la salud del planeta y a los seres que lo habitan. Lo individual afecta a lo colectivo-social directamente, y viceversa, lo que sucede a nuestro alrededor tiene un gran impacto en nuestra salud.
Por lo tanto, tiene mucho sentido (común) cuidar ambas dimensiones como partes de la misma cosa para sanar la fragmentación en la que hemos sido educadxs: esto es mío y esto es tuyo, o yo y tú, o mi salud y tu salud.
El entrenamiento en hábitos de salud no restaura la infelicidad de sentirnos fragmentados (separados o disociados), pero nos abre a la conciencia de la raíz del malestar y su posible cambio. Si me doy cuenta, si lo siento, puedo comprometerme y elegir transformarlo… Se abren nuevos y luminosos espacios para el nosotrxs desde la autorresponsabilidad del gesto propio.
El entrenamiento en hábitos de salud es algo muy básico y terrenal, me atrevo a decir. El propósito es agitar el movimiento -que tenemos estancado-, y llevarlo a la vida cotidiana. Esto es un Arte, no porque tenga que ver con el virtuosismo, sino porque tiene que ver con el afecto del autocuidado y la dedicación a unx mismx, imprescindible en el camino hacia el nosotrxs. Salud y Arte están en la misma liga porque piden tiempo y compromiso.
Cuando no sabemos, no podemos, no recordamos cómo agitar nuestro propio movimiento, dejarse acompañar es de gran ayuda. Y empezar por los hábitos de alimentación es muy práctico, porque es el cuerpo físico el que va a sostener el cuerpo mental y emocional. El Arte de cuidArte te acompaña en tu proceso de cambio de hábitos en Alimentación · Movimiento · Pensamiento.
A veces, confundimos el compromiso con nuestra salud (o autocuidado) con algo rancio, aburrido, restrictivo, sacrificado, y nos frena el impulso del cambio, y como consecuencia se frustra también el potencial artístico.
Tenemos asociado este compromiso con algo que es un lastre a la alegría de vivir. Esto se explica por la fragmentación que mencionaba unas líneas arriba y que es muy educacional. La fragmentación se nutre de pensamientos y sentimientos de extremos: o esto o lo otro (yo o tú, dentro o fuera, etc.). No niego la existencia del binomio, intento explicar las devastadoras consecuencias que tiene para nosotros identificarnos con un polo u otro del binomio.
Es como si estuviéramos obligadxs a elegir entre inhalar y exhalar. Absurdo, ¿verdad?
Con el binomio energético yin yang sucede lo mismo: no se puede pensar uno sin el otro, y mucho menos, sentir uno sin la experiencia del otro. A mí me apasiona esta comprensión llevada al cuerpo a través de la alimentación y la respiración.
No es cuestión de elegir un polo u otro. La estabilidad del cambio es una dinámica presente en el espacio entre las polaridades (incluidas éstas), y las polaridades existen y tienen su función tensora, que es una dinámica fundamental y necesaria para el equilibrio.
Así que, estar en equilibrio significa estar disponible al (compromiso con el) riesgo de sentir el baile yin yang. A veces, más del lado yin; otras, más del lado yang. Y en este devaneo cantarín yin yang, yang yin, yin yang, yang yin,… aparece el centro. Ningún péndulo evita el centro. Y los humanos somos expertos en danzas pendulares.
El centro es una fuerza rítmica-energética que proporciona estabilidad, orden, armonía y regulación. Pero sin inestabilidad, caos, desarmonía y desregulación no existiría la salud.
Ni abandonarnos en los extremos, ni apegarnos a la idea de un centro estático (que no existe… ¡es una cuestión de física!). Un buen entrenamiento en hábitos de salud es clave, aleja la pereza y mueve las resistencias. Suelo decir que no importa tanto lo que comemos de Navidad a Año nuevo, sino lo que comemos, y cómo lo comemos y cuánto comemos de Año nuevo a Navidad. Esto es importante porque irá creando la integración del hábito desde la repetición con alegría.
El compromiso con la salud tiene que ver más con un camino de naturalización, vuelta al sentido común y a un “desarrollo humano basado en el sentir y el afecto” (como escribe Dominik Borucki en su libro La Cientificación del Alma y el Espíritu, 2017). No se trata de tapar nuestras complejidades, medicar nuestras contradicciones, o legitimar nuestros anhelos solucionadores. Se trata más bien de sentirnos libres para actuar nuestro Arte.
¿Nos faltará libertad en estas ganas de ir rapidito, de solucionar rapidito, de sentir rapidito?
El compromiso es siempre primero con unx mismx. De ahí, se abre la flor, lista para recibir(se) y dar(se), sea cual sea la estación del año, a otras flores y nosotrxs.
Estamos en el camino, desde luego.
No puedo estar más de acuerdo.
Un abrazo grande
Ignacio