En una DEPuración (de acuerdo a la lógica y narrativas del cuido del Arte de cuidArte) nos ponemos a LIMPIAR para destapar lo que hay.
Y suceden cosas que a veces escapan a nuestra lógica conocida, pero que es necesario comprender dentro de la lógica del cuido depurativo.
Resulta que van pasando los días de la semana DEP y se hace bastante llevadera la limpieza, aún con sus momentos incómodos por las descargas. Y, de repente, aparece algo que realmente se nos hace muy cuesta arriba.
Se trata de algo que el cuerpo expresa, y es muy probable que no nos produzca agrado y nos pueda asustar. Es decir, se destapa lo que hay porque precisamente el cuerpo, gracias a la limpieza que está realizando, ha ganado en fuerza para abrir, soltar, desembozar, liberar, destaponar el ensuciamiento o toxicidad acumulada. Y esto puede suceder justo cuando empezamos a sentirnos bien.
No hay que confundirse y caer en la idea victimista de: “Vaya, ahora que me estaba cuidando (depurando con una dieta hipotóxica) me vienen todos los males”. No es así como deberíamos contárnoslo. Lo que sucede es que porque me cuido, mi cuerpo tiene capacidad de reacción, de reajuste, de excretar al exterior lo que sería muy contraproducente seguir manteniendo dentro del organismo porque generaría un medio interno acidificado, patógeno y débil.
DEPurar es estar en contacto con esos lugares que quedan destapados, al descubierto, y que pueden resultar poco gratos por desconocidos, indeseables, poco oportunos… Es como sacar a la luz algo que estaba oculto y pide ser visto. Y lo que vemos no nos gusta. También puede ser que lo que veamos sí nos guste, pero estemos tan acostumbrados a vivir de otra manera que nos importune y volvamos a lo conocido automatizado.
DEPurar es sentir.
Si rechazamos lo que se destapa sucede que vamos a generar resistencia y rearmar más el patrón o mecanismo de insensibilización, que es un tipo de defensa que aprendimos en edades muy tempranas para sobrevivir* (= que mis padres me quisieran, muy especialmente; y con la edad, que cayera bien a mis amigas, que mis ligues no me dejaran, que fuera exitosa en mi trabajo, que no se diga que no soy una buena madre, etc.).
*me refiero a la supervivencia como la primera fase de desarrollo humano y que va más allá de tener cubiertas las necesidades básicas materiales.
Aceptar lo que se destapa supone un trabajo profundo (o hasta donde la persona quiera y pueda acceder). Hacerlo acompañado, en un espacio seguro, y con alguien que pueda sostener el proceso, es muy necesario para sanar la experiencia que dolió y que nos empuja una y otra vez a cerrarnos, disuadiéndonos de intentar transformar lo que ya no nos cuida, beneficia o aporta vitalidad a nuestras vidas.
DEPurar duele. Yo no suscribiría esta afirmación categóricamente. Tampoco la siguiente: DEPurar no duele. La experiencia del dolor es única y particular en cada individuo.
En todo caso, lo que sí puedo constatar es que duele mucho el esfuerzo que depositamos en preservar ciertos comportamientos de descuido y desnutrición que repetimos mecánicamente y que, con diferentes intensidades, son automaltratos.
Las DEPuraciones con el Arte de cuidarte tienen como objetivo empezar a sensibilizarnos y responsabilizarnos de lo que repetimos, por qué lo repetimos y cómo se siente en el cuerpo. Darnos cuenta ya es mucho, y es el primer paso para dar el siguiente: querer cambiar algo.
Podemos incluso plantearnos preguntas como estas: ¿Qué olor tiene mi dolor? ¿Qué sabor? ¿Qué textura? ¿Qué banda sonora? ¿Qué forma?
Sentir es una función de vida. Por tanto, sentir el dolor también es algo que puede hacer el ser humano. Con esta afirmación no busco polemizar sobre cuánto dolor es capaz de soportar un ser humano. Me estoy refiriendo a la capacidad inherente del ser humano de sentir basado en los afectos. A la luz de esto, llamo la atención sobre las actitudes de evasión, desconexión, insensibilización que cumplen la función de llevarnos a los extremos (alimentarios, de creencias, de emociones…) por no tener disponibles recursos sanos para gestionar los imprevistos o cambios que trae la vida.
En los extremos siempre está el dolor de no poder/saber afrontar/gestionar lo que sentimos. Es decir, nos insensibilizamos para no sentir. Este es el drama del dolor, no poder acercarse, a veces ni de lejos, al origen de lo que causó el malestar que replicamos en formas desviadas o distorsionadas, a través de los mecanismos defensivos o estrategias de sobreadaptación (que tienen su origen en la necesidad de la supervivencia).
En mi trabajo como Acompañante con el Arte de cuidarte, puedo constatar cómo la repetición consciente es una puerta de entrada al sentir, al momento presente, a la respiración, al enraizamiento y a experiencias de realidad.
La propuesta es conocer desde la repetición consciente de las acciones o de la incorporación de nuevos hábitos, lugares situados entre los extremos, donde el centro es un equilibrio dinámico.
Las experiencias de extremo tienen consecuencias de extremo para la salud y para la vida.
Poder seguir experimentando y viajando por esos lugares que están entre el blanco y el negro, situados entre los extremos, es el camino por recorrer y nos lleva a casa. También, poder tener experiencias más suaves con el organismo. Es algo que se aprende con la repetición consciente de los hábitos, y con autoamabilidad y compasión.
Durante una sesión de shiatsu que recibí para investigar algunas sensaciones que he registrado en los pulgares y sus articulaciones, pude constatar cómo en los lugares donde siento dolor la percepción de lo que siento se hace más burda, más borrosa o dispersa, o incluso insensible. Por el contrario, cuando la intensidad del dolor es menor o, por el contrario, fluye la energía, la sutilidad es mayor y puedo sentir con claridad y más escucha las direcciones que toma mi cuerpo. Es decir, el dolor en su intensidad de extremo es menos sensitivo que el dolor en intensidades más de centro.
Una de las estrategias que hemos aprendido para calmar el dolor, -en las DEPuraciones aparece la memoria de esta estrategia muy arraigada-, es la búsqueda de un tipo de placer que poco tiene que ver con la energía fluyendo y expandiéndose. Me refiero a la gratificación (hiperconocida con la comida), a las recurridas y diversas formas de anestesia y evasión, a los apegos, a las adicciones, a la inmediatez y velocidad del consumo… Todo esto, lejos de producir placer, embota los sentidos, nos inmoviliza, coarta nuestro poder de decisión y responsabilización, nos esclaviza, entristece, deprime, nos provoca infelicidad. Y nos duele vernos así. Además, nos aleja de la realidad.
El desarrollo sano se encuentra en el principio de realidad, y es lo que lo diferencia del pseudoplacer. Veamos algunas características de ambos:
PseudoPLACER versus REALIDAD
Búsqueda constante del hedonismo Experiencias de aprendizaje y crecimiento
Insatisfacción y sufrimiento Dolor integrado en la vida
Se replica la carencia conocida Adaptación al cambio
Desnutrición y debilidad Fortalecimiento homeostático
Conducta inmadura Conducta madura
Demanda pasiva Aceptación y acción
Desarrollo insano basado en los MM.DD.* Desarrollo sano basado en el afecto
*Mecanismos de defensa
Los ojos ven lo que las manos sienten. Esta frase me lleva a recordarnos que el dolor relaciona tanto como disocia. Es decir, que somos y vivimos en un cuerpo físico que se basa en el principio de “identidad funcional” (W. Reich), de manera que un poro situado en las extremidades inferiores del cuerpo está en diálogo permanente con un poro situado en las extremidades superiores, por ejemplo. Dicho con otras palabras, que la función de interrelación e interdependencia, cuando estamos del lado disociador del dolor, se inhibe y es reemplazada por una nueva función: la de insensibilizar o postergar el sentir.
Lo que nos gusta nos refleja. Y ese reflejo somos justamente nosotros mismos. ¡Nos gustamos! Aunque sigamos patrones de autodesatención o autodesCUIDO. En realidad, quienes verdaderamente somos es lo que amamos. Y lo que impide o distorsiona esa autenticidad nos hace muy infelices. Nuestro desarrollo biológico está previsto para recordarnos experiencias de seguridad y nutrición. Si no podemos recordarlas o no las tuvimos, entonces necesitamos crearlas con ayuda de otras personas y en un entorno seguro y fiable.
Volvamos al principio: las DEPuraciones con el Arte de cuidArte son pausas para la limpieza, lo cual destapa y nos abre al sentir.
Para la DEPuración de Otoño (2023) el tema que escogí fue el del dolor, concretamente, el dolor depurando. Me pareció importante traerlo a la conciencia porque es precisamente lo que buscamos no sentir, evitar, negar, anestesiar, arrinconar. Necesitamos aliviar el dolor que sentimos, esto forma parte de una conducta saludable. Pero cómo lo aliviamos puede ser poco saludable. Para aliviar el dolor, primero hay que ponerse en contacto con él, es decir, sentirlo, verlo, entenderlo, no rechazarlo, como he ido escribiendo en líneas anteriores.
Necesitamos que nos vean, también necesitamos ver lo que sentimos. El dolor existe porque algo duele. Entonces hay que poder mirar la herida, pues forma parte de nuestra historia personal y evolutiva. O, por lo menos, acercarse a ella cuanto uno pueda y al ritmo que uno pueda.
En mis acompañamientos, no busco grandes catarsis ni transformaciones de la noche al día. La piedra se moldea lentamente con el contacto de los elementos (aire, agua, fuego, tierra), segundo a segundo, día a día, mes a mes, año tras año. Nadie alcanza la flexibilidad con un golpe de viento, si bien la brisa, una y otra vez… dejan huella. Registrar esas huellas es la experiencia que buscamos repetir y encuerpar.
Volvamos sobre esta idea, centrándonos en los procesos DEPurativos. Duele guardar la toxemia dentro del cuerpo. Hay que sacarla, de la misma manera como sacamos la basura de casa cuando limpiamos.
En las depuraciones nos ponemos en contacto con el dolor que sentimos, al menos, un poquito. Esto es limpiar, y no puede ser bajo la lógica mecanicista. Limpiar automáticamente limpia hasta cierto punto. Como te contaré a continuación, la toxemia no solo es de residuos físicos. El estrés (y el estrés metabólico), así como el estilo de vida veloz, hiperintenso y desasosegado de gran parte de la población actual, tienen un impacto en nuestras vidas devastador, y son los principales productores de toxemia celular.
El estilo de vida occidental moderno (extendido en buena parte del oriente capitalista) degrada en conjunto la salud humana (y de otros seres vivos) y contamina el cuerpo. El resultado es el desequilibrio (enfermedades y fatiga crónica). El desequilibrio frecuente y como forma de vida causa dolor. Más correcto sería decir que el desequilibrio se manifiesta en dolor físico, emocional y mental. Hemos normalizado vivir con dolor, pero no es lo natural.
La contaminación es toxemia. Es importante conocer la naturaleza básica de la toxemia y distinguir dos tipos. La que se origina por el simple hecho de estar vivos. Es decir, las funciones de digestión y metabólicas del cuerpo humano producen toxinas “naturales”. En un organismo saludable, se producen y eliminan a la misma velocidad. Por tanto, no supone ningún problema. Diríamos que está previsto en la naturaleza humana.
Existe otro tipo de toxemia que tiene que ver con la sobrecarga tóxica resultado de hábitos malsanos de alimentación, movimiento y pensamiento, y la hiperactividad propia del estilo de vida moderno. Para entendernos, el exceso de estrés y la falta de descanso suficiente. Vamos más rápido y gestionamos más tareas de lo que puede asumir un sistema nervioso simpático y balancear un sistema parasimpático. Esto no está previsto en la naturaleza humana. Y neutralizar esta toxicidad es una sobrecarga y supone un desgaste energético enorme para el organismo, en el mejor de los casos. En muchas ocasiones, ni es posible.
Este segundo tipo de toxemia genera la acidosis, el exceso de acidez en sangre. Las células se enferman, el cuerpo se inflama y duele. La intensidad del dolor es un indicativo de la necesidad de tomar cartas en el asunto. Todos hemos aprendido a acallar el dolor a través de mecanismos corporales que anestesian, calman, disimulan, ocultan, reprimen, etc. En inglés existe la palabra “painkiller” para designar al analgésico; literalmente significa matar el dolor, qué ironía. No es buena idea perpetuar estos mecanismos por la sencilla razón de que el dolor sigue estando, aunque lo queramos negar o dejar de sentir.
Y, por último, cabe considerar también la hipoxia o falta de oxígeno. No me refiero a estar en un ascensor y por unos segundos disponer de poco oxígeno, o tener que compartirlo, o simplemente no estar respirando un oxígeno de calidad de alta montaña. Estoy hablando de la falta de consciencia y profundidad respiratoria. Parece que hemos olvidado que tenemos diafragma, y que podemos parar e inhalar/exhalar más hondamente, de la misma manera como podemos parar para masticar más veces un mismo bocado.
Por lo tanto, parece que DEPurar y dolor tengan cosas que decirse. Y algunas se llaman toxemia · acidosis · hipoxia.
Si aún te preguntas ¿cómo es posible que una acción limpiadora, de sanación o curación como son las DEPuraciones, pueda traer malestar?, míralo desde este otro lugar: ¿cómo hemos llegado a ensuciarnos tanto y tener que sacar tanta basura acumulada hasta el punto de aferrarnos a ella? En realidad, no se trata de limpiar mucho, se trata de no ensuciar tanto en nuestro día a día.
Y si aún te preguntas ¿realmente es tan necesario y beneficioso depurar? El cuerpo habla tras una DEPuración y manifiesta algunos de sus beneficios:
- aumento de la energía disponible
- aumento de la vitalidad física
- aumento de la claridad mental
Si eres de las/los que, del 1 al 5, alcanzas el 4 o el 5 de estos beneficios, muchas felicidades.
Si eres de las/los que, del 1 al 5, apenas alcanzas el 2, pero puedes ver tu dolor y abrazarlo, muchas felicidades.
Imagen de arriba: Kylli Sparre