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Hígado

A los romanos les gustaba cebar a los gansos dándoles de comer higos (del latín ficatum) para hincharles el hígado (del latín jecur). Y se deleitaban con el resultado gastronómico y palatativo. De la expresión latina ficatum jecur, literalmente hígado cebado con higos, la lengua castellana se quedó con el latinismo de la palabra higo para referirse al hígado. Curioso, ¿verdad?

La medicina occidental, también bebe de la tradición griega, y lo relativo al hígado lo toma de la raíz hepar o del genitivo hepatos. De ahí, hepatalagía, hepatectomía, hepático, hepatocele, hepatocito, hepatodinia, hepatófago, hepatografía, hepatolito, hepatología, hepatoma, hepatomalacia, hepatomegalia, hepatomía, hepatomía, hepatopatía, hepatorrafia, hepatorragia, hepatoscopia, hepatostomía, hepatotomía… ¡Menuda variedad léxica relacionada con el hígado!

Todo apunta a que estamos frente a algo importante. Un hígado que no funciona bien o está descuidado, se traduce en una salud pobre.

Y también estamos frente a algo grande, y que no pasa desapercibido. El hígado es el órgano interno más grande del cuerpo, se sitúa en la parte superior derecha del abdomen, por debajo del diafragma, y tiene un peso de 1,5Kg.

Su color rojo pardo tampoco es irrelevante. Nos recuerda a la sangre. Y es que, en Medicina Tradicional China, se dice que el hígado es el reservorio de la sangre.

El hígado, en las personas y en los animales mamíferos, tiene una estructura y función bastante parecida. Sin embargo, en el caso de los animales, éstos no pueden metabolizar las mismas sustancias. Quienes tienen perros y gatos lo saben muy bien.

Las funciones del hígado son muchas y muy específicas, y se pueden agrupar en tres grupos (dicho corto y rápido): almacenar, depurar y sintetizar. Es decir, el hígado desempeña la función de síntesis de las proteínas plasmáticas, la función desintoxicante y el almacenamiento de vitaminas y glucógeno. Además, elimina de la sangre muchas sustancias que pueden resultar nocivas para el organismo, transformándolas en otras inocuas.


HÍGADO Y DIGESTIÓN

Se suele pensar que todo lo que tiene que ver con la digestión es responsabilidad del estómago y los intestinos. Esta comprensión es incompleta, y hay que hacerle un espacio, grande, a todo lo concerniente al hígado. De hecho, las dolencias hepáticas figuran en la extensa lista de las dolencias digestivas y su afectación en nuestro estado emocional. Esto nos habla de la relación directa que hay entre la alimentación (qué comemos, cuánto, cómo), la digestión y el cuerpo emocional y mental.

Lo sabemos, porque nos lo han contado y lo hemos leído ya muchas veces y, sin embargo, seguimos haciendo caso omiso de esta información. ¿Qué será lo que aún no estamos dispuestos a escuchar (en nuestros cuerpos)? ¿Qué mensaje nos traen (nuestros cuerpos) que nos cuesta sentir, y que confunde el cuidarnos con el esfuerzo y el sacrificio? Con estas preguntas podríamos dar por acabado este artículo, en una invitación por mi parte a dejar lo de fuera y mirar hacia dentro. Si te apetece seguir leyendo, entonces tómate unos minutos de reflexión antes de avanzar.

Una vez procesados los alimentos en las vísceras digestivas, nos interesa ante todo su distribución y reparto hacia arriba por el lado derecho del organismo, que es por donde sube más la energía ascendente (el lado izquierdo, por el contrario, canaliza  más la descendente). Recordemos que el hígado se sitúa en el lado derecho del cuerpo, y el recto y canal anal se sitúan en la parte izquierda del cuerpo. ¡Los órganos y sus direcciones energéticas se corresponden con sus funciones digestivas! De modo que, a través de la sangre y de la fuerza ascendente, los nutrientes y la energía de los alimentos llegan finalmente al hígado, corazón, pulmones, sistema nervioso, etc.

Los nutrientes han sido transportados al hígado por la vena porta. Allí, una parte se almacena en forma de glucógeno, otra parte va directamente al torrente circulatorio sanguíneo para nutrir las distintas células, en especial las del cerebro (lo digo en mis acompañamientos DEPurativos, el cerebro es el órgano más glucosodependiente del cuerpo); y otra parte se transforma con fines específicos y también pasa al torrente sanguíneo, además de asegurar la producción de neurotransmisores a nivel intestinal.


HÍGADO Y EMOCIONES

En cuanto a las emociones y procesos psicológicos, también se suele pensar que el sistema digestivo es el hermano menor del sistema nervioso. Precisamente, y desde la comprensión energética del equilibrio de los contrarios yin y yang (equilibrio dinámico de los opuestos complementarios), cuanto mayor es la cara de algo, mayor es también su reverso. De ahí que, justo lo que parece más prosaico, sea precisamente aquello que mayor incidencia tiene en la calidad de nuestras emociones, pensamientos y concentración mental.

Sin fuerza digestiva (recuerda, incluimos el hígado), nos identificamos y dejamos arrastrar por las emociones, la capacidad de discernimiento desaparece, la autoestima se convierte en el blanco perfecto, y la capacidad para gestionar las situaciones que nos trae la vida (ya sea de dolor, cambios, imprevistos, etc.) no está disponible o está muy débil. Todo se convierte en una montaña que tenemos que escalar y de dimensiones desproporcionadas. Un sistema digestivo abatido es un cuerpo emocional y mental abatido o inmunodeprimido. En una palabra, es desequilibrio (físico-emocional-mental).

El hígado es el primer órgano receptor de las emociones que en desequilibrio alteran y perturban la digestión y nos hacen sentir desanimados, desenergetizados, desvitalizados.

¿Has sentido presión, enfado, dolor de cabeza, irritabilidad, nerviosismo? Se trata de algunas señales a nivel emocional que nos indican que la energía de hígado está estancada. Para su reajuste o equilibrio necesitamos aligerar carga mental en forma de estrés, apegos u obsesiones. Así que, comer demasiado (apego al exceso), pero también pensar demasiado desequilibran el hígado.

Decirlo es fácil. Por eso, empezar siendo más conscientes de ello es un primer paso. El siguiente, llevar a la práctica las siguientes acciones de reEquilibrio:

  1. Desintoxica tu cuerpo físico. Te acompaño con DEPuraciones grupales o individuales.
  2. Mueve tu cuerpo físico.
  3. Contacta tu cuerpo físico con la naturaleza.

La dimensión física de estas acciones tiene una repercusión directa en nuestra psique y emociones pues todas las dimensiones del cuerpo están en relación e interdependencia.

Las medidas que apunto arriba son indicadas para todas las personas, si bien cada una es única en su patrimonio orgánico y estructura biológica específica. En mis Acompañamientos o procesos de cambio de hábitos en Alimentación · Movimiento · Pensamiento tengo en cuenta las especificidades (condición y constitución) de la persona a la que acompaño para juntxs ir encontrando las maneras que mejor se adaptan a su camino de salud y bienestar.

Un último apunte. Los griegos ya pensaban que en el hígado residían las emociones. Para ellos era el órgano más cercano a la divinidad y creían que sacrificando animales podían examinar sus hígados para saber si iban a tener éxito en sus campañas militares. No sugiero preservar esta tradición, en lo que al sacrificio de animales se refiere, pero sí iniciar una nueva consistente en el cuido de nuestros hígados a través de hábitos favorables para nuestra Salud. Esto nos permitirá salir al encuentro de la dimensión divina que hay en cada una y cada uno de nosotrxs.

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